CicloSofo

Costa del Pacífico

Ya que tuve que resignarme a recorrer la parte de Canadá que tenía en mente, incluyendo el parque de Banff, opté por continuar hacia el sur siguiendo la costa del Pacífico.

Una ruta que había contemplado en mis primeros bosquejos de vuelta al mundo, pero que finalmente había descartado, pues cruzar EEUU me parecía más interesante y suficiente. Sin embargo, me la habían recomendado encarecidamente, me suponía ahorrarme un billete de avión y, sobre todo, me parecía ridículo volver a coger otro avión a los 5 días de haber hecho un vuelo de 32h y 4 escalas. Bien es cierto que podría haber optado por esto último y haber traspasado estos km a Asia o África, pero esa es otra cuestión sobre la que hablaré más adelante.

Llegué a EEUU en ferry desde Victoria, a Port Angeles. Interrogatorio tanto antes de montar en el ferry como después: que a dónde iba, si tenía dinero… etc, etc. Al llegar digamos que, ya de primeras, no me contagió la misma tranquilidad canadiense, aunque tampoco lo contrario. Me las vi y las deseé para encontrar una tarjeta SIM para el móvil, solo una tienda de telefonía para una población de 20.000 habitantes.

Continué un poco más, solo para llegar hasta un camping y descubrir que los precios en alojamiento en EEUU iban a ser mucho más altos: sobre 30 dólares la noche por poner la tienda.

Mi itinerario a seguir era, simplemente, la carretera 101. Una nacional con, por lo general, un buen arcén. El primer día pasé por Crescent Lake.

Con el buen día me hizo, me quitó el mal sabor de boca de no haber podido visitar el lago Louise en Banff. Agua cristalina de verde y azul espectacular, rodeado de vegetación.

La siguiente parada era Ruby Beach. 26 grados, sol… pero esto es Estado de Washington, y en 4km pasé a 14 grados y una niebla increíble. Ni bajé a la playa, para qué… y eso que estaba pensando seriamente en probar a darme un baño.

Conseguí dormir en un camping estatal en el que tuve que compartir plaza, pues estaba lleno, y lo mismo llena 1 tienda de campaña para 1 persona que una autocaravana del tamaño de un autobús tirada por una camioneta del tamaño de un minibús. Camping sin ducha, con la niebla, viento y frío de ese día. Paradisíaco.

A estas alturas creo poder decir con certeza que, si en algún momento tengo duda de si estoy en los EEUU, mirando los coches lo tendré claro. Aproximadamente un tercio de estos son las típicas camionetas con el maletero abierto, 4×4 con gran suspensión, un capó a la altura de mi hombro y, algunas, incluso con 4 ruedas en la parte trasera. Monstruos que continúo confundiendo por el sonido muchas veces con un autobús cuando los oigo acercarse en la carretea. Por no decir las ya mencionadas autocaravanas. Predominan las que son como un autobús, normalmente remolcando una de estas camionetas (y no al revés) y en estas, a veces, algunas motos. No se necesita ningún carnet específico para llevar semejante aparato. Por supuesto, son modulares y, al aparcarlos, ganan metros cuadrados extra. Por lo general, van 2 personas. Cuando busqué en google cuánto costaban me sugería otras preguntas, y la más frecuente era si merecía la pena comprar una de estas en lugar de una casa para vivir todo el año. Por si alguno quieree echar cuentas.

Al día siguiente hubo mucha niebla por la mañana y poco pude ver. Pero resultó terminar de una forma de lo más interesante. Me alojé con una comunidad religiosa de 30 miembros que viven en forma de comuna, las doce tribus. Tienen 4 comunidades en España; viven del campo y de vender sus productos. Me trataron súper bien, me dieron de cenar unos bocadillos que habían hecho el día anterior para vender en una feria que estaban tremendos, así como latas del salmón que capturaban, barritas y muesli. Al día siguiente atendí a las 7am a su reunión matinal, en la que comienzan cantando y bailando, y luego cada uno comenta lo que le ha transmitido algún pasaje de la Biblia.

Me acerqué hasta Long Beach que, como su nombre indica, es una playa larguísima. No la recorrí, pero si capté su inmensidad. Allí probe por fin algo típico que no fueran hamburguesas: crema de ostras y almejas, ostras, gambas y bacalao frito. Todo un descubrimiento las ostras fritas. Y de beber, rootbeer o cerveza de raíz, una “cocacola” con un cierto regusto a mentol, mi nueva perdición. Cola natural, por resumir. Me alojé en Astoria, en casa de Amanda, no sin antes pasar por una de mis peores experiencias en ciclismo: atravesar el puente de Astoria, 6,5km de largo con poco arcén, viento, muros bajos, mucho tráfico y pájaros muertos. Para rematar, 1km de subida al 7%… me pitaron lo que no está escrito, acabé con dolor de brazos de la tensión que tuve durante casi media hora.

Desde la columna de Astoria tuve unas vistas impresionantes de la zona. La naturaleza aquí tiene otro nivel, es todo a gran escala. Costa natural, aunque con mucha niebla. La verdad que la estoy disfrutando mucho. Llega el primer contratiempo: un pinchazo que no consigo arreglar. Se pone a llover fuertemente y no me queda otra que empujar la bici 4km hasta llegar a una tienda. Allí descubro que mi bomba está bien, pero que mis cámaras de repuesto están completamente destrozadas: de llevarlas con una correa bien atadas en el cuadro se rajaron, de tanto apretar para que no se movieran. Así que les compro 2 cámaras nuevas, pero pierdo medio día en el proceso. Al rato me doy cuenta de que la rueda esta muy descentrada, pero en esta zona hay una tienda de ciclismo cada 60km, así que tiene que ser para el día siguiente. Paro en un camping en mitad de una tormenta.

Madrugo para llegar a Tillamook y reparar mi rueda. Resulta que está bien, hasta el mecánico está sorprendido. Se ha debido de deformar la propia cubierta del peso mientras empujaba la bici pinchada. Así que decido continuar porque parece que, salvo por la forma, está bien. Continúo en un día de paisajes costeros ciertamente increíbles y me alojo con John, quien tiene una casa de verano en Depoe Bay.

También está allí una ciclista alemana que ha dejado su trabajo para recorrer América durante un año. John nos dio de cenar pescado capturado por el mismo (tenía allí, si no recuerdo mal, 2 barcas, 4 kayaks en innumerables, mas de 20, cañas), y nos lleva a dar un paseo. Vaya sorpresa de paseo. Depoe bay resulta ser conocido por el avistamiento de animales marinos… y pudimos ver unas cuantas ballenas grises alimentandose a escasos metros de la costa. Espectacular.

El tiempo pronostica mucha lluvia para el día siguiente y decido que sea mi día de coger bus. La costa del Pacífico es más larga que lo que quería hacer en Canadá y no quiero pasar más tiempo del necesario a costa de otros continentes, ni perder el tiempo en zonas que pudieran ser menos relevantes. Así que hago 25km bajo tormenta, y el resto del día en bus. Por desgracia, el transporte público es pésimo en esta zona, y acabo el día haciendo solamente 200km.

Acabé en casa de Tom, en Coos Bay, con otros dos ciclistas americanos. Tom siempre pregunta “cual crees que es el país más feliz”: yo dije Irlanda.

Al día siguiente comencé con un bus hasta Port Onford, para hacer en bici la parte que Tom me recomendó, con mucho criterio. Pero nada más bajar del bus, el cambio no va. Por suerte, hay una tienda al lado, así que desayuno mientas espero a que abra. Se había destensado el cable tanto como para que solo funcionaran 2 piñones de 11. Este día disfruté de un clima y unas playas espectaculares. El agua estará fría y nadie se bañará, pero son de otro nivel, totalmente. Desde Port Onford hasta Brookings. A los 15km tengo un nuevo pinchazo. Había quedado un grano de arena de cuando reparé el anterior y acabo creando un agujero. Fácil solución. Pero acercándome a Crescent City, donde me alojarían Ben y Ruth, se empieza a poner oscuro y a caer alguna gota. Otro pinchazo. Y empieza una tormenta, de las de verdad.

Por suerte Ben vino a buscarme mientras esperaba bajo un árbol, no habría sido capaz de cambiar la cámara con la lluvia, frio y oscuridad, haciéndose de noche. Episodio gracioso, para un coche delante y me da las luces. Corro y monto la bici en su camioneta. Digo, hola Ben. Y me dice, nono, Craig. Yo pensando… bueno vale, será un amigo. No. Me vio tan mal que paro a ayudarme. Llamamos a Ben e hicimos intercambio de pasajero. Se agradece gente así. Ben y Ruth me trataron genial en su casa, teniendo a dos hijos pequeños de 6 meses. La cámara resultó tener 3 agujeros a la vez… me decidí a cambiar a tubeless a la siguiente oportunidad.

No tardó en llegar, pues volví a pinchar a los 90km, continué 5km hasta un pueblo por donde pasaba un bus, y fui hasta Arcata. Justo en frente de la estación había una muy buena tienda de bici y, a una hora de cerrar, me cambiaron a tubeless y di carpetazo al tema.

Penúltimo día en la costa, con el que no contaba pero que incluí gracias a Tom: la avenida de los gigantes. Espectacular. Otro mundo, como Pandora. Kilómetros y kilómetros de árboles gigantes que crean sombra infinita. Me alojé en un camping al final de la avenida. El último día anduve solo 7km para coger un bus y recorrer 300km hasta San Francisco, donde tuve que arreglar de nuevo el cambio (finalmente rompió el cable) y me alojé con Kelly en una casa de las típicas de San Francisco.